domingo, 5 de agosto de 2007

APRENDIENDO UN POCO DE LA DELIRANTE LIMA


Del kiosco, la vitrina y el letrero

Desde que aparecieron los primeros kioscos en la ciudad de Lima, nadie pensó que estos nuevos objetos urbanos se convertirían en hitos a una escala barrial, serían una referencia en sectores determinados de la ciudad, además por ser construcciones dedicadas a la venta de periódicos y revistas, pasaron a ser puntos de encuentros de los habitantes de su entorno, aglutinaban a las personas, propiciando el intercambio de información política, deportiva, doméstica, etc.
Estos kioscos eran construcciones pobres, elementales, otorgándoles de esta manera una imagen de objeto efímero a pesar de lo específico de su ubicación, pero al parecer lo efímero era la imagen mas no el objeto mismo, que se diseminó cada vez mas por toda la ciudad en tanto ésta se expandía. Pero los kioscos que inicialmente estaban dedicados a la venta de periódicos y revistas con el correr de los años empezaron a cambiar de rubros, es decir hacia la venta de comidas y bebidas, se adaptaron a las nuevas necesidades que exigía la dinámica de una ciudad creciente, modificación importantísima que trastocaría el uso del espacio urbano. Paralelamente aparecen los ambulantes, estos caminan la ciudad llevando mercancías en mano y después en carretillas, que les posibilitaba una mercadería más surtida, aunque paradójicamente su desplazamiento no era mayor, sino que este nuevo instrumento les permitía ubicarse en un lugar durante el día para luego guardarlo en algún local. En los últimos años, los kioscos dedicados al expendio de alimentos evolucionaron hacia una mixtura con las carretillas, es decir que le incorporaron las ruedas de estas a su estructura, hecho que acentuaría su carácter efímero, que al igual que las carretillas, de día están en un lugar y en la noche desaparecen de la escena urbana, gracias al ordenamiento propuesto en algunos sectores de la ciudad, este cambio de los kioscos trae como consecuencia la irrupción de comensales hacia lugares abiertos fugando de los interiores de los restaurantes, el espacio público se convierte en un área de comensales al paso, estas nuevas características del kiosco modificaría el uso del espacio urbano.

Inmerso en la zona neurálgica del escenario comercial en la Av. Arequipa caracterizada por la acumulación y la diversidad de las actividades se encuentra un objeto particularmente llamativo, no tanto por sus dimensiones cuanto por la esencia que la genera, y ¿cuál es esa esencia?, es la ciudad, su complejidad, su indeterminación. El objeto al que me refiero es un local de comida rápida, el cual tiene la particularidad de sintetizar arquitectónicamente las características de lo comercial, y es que en él está presente aquello de la comida al paso que se realiza en la vía pública, a través de un mostrador abierto en el primer nivel, en este mismo nivel observamos una escalera imponente, pero a dónde nos lleva?, a un chifa?, a un casino?, a un hostal?, no, es a una zona donde se ubican las mesas, este segundo nivel es un ambiente cerrado contraponiéndose al primero, la estructura metálica le otorga un carácter ligero (fast-food), y esto nos lleva a pensar en lo efímero, que su permanencia es temporal por la apariencia de ser desmontable, mas también en otra lectura que demuestra aún mas la complejidad de su significación, el objeto (segundo nivel) por su morfología nos remite al kiosco, pero es transparente, donde se ve a las personas consumir lo que en él se vende, además de haber incorporado en una algunas sus superficies vidriadas unas imagines de sus productos, el local es una vitrina a través de la cual nos venden la acción y el producto (no real al ser una imagen), entonces es un kiosco-vitrina.

Los primeros locales comerciales fueron de escala menor, ya que su radio de influencia era casi siempre barrial o distrital, locales pequeños que eran bodegas, boticas, cafés, bares restaurantes, panaderías, pero tenían una cosa en común, la vitrina, aquel recurso arquitectónico-comercial donde se mostraban los productos a vender; con el tiempo a la par del crecimiento de la ciudad, surgieron nuevos locales comerciales en diversos lugares que eran visitados por personas de otros distritos. Pero a partir de las décadas finales del siglo pasado el rostro de la ciudad adquiere una nueva imagen, debido a los emigrantes del interior del país y su adaptación a la ciudad, se produce un pliegue que generan una nueva cultura, la “cultura chicha”, la cual se manifiesta en el uso prolífico del color, la exaltación de lo recargado, la yuxtaposición de imágenes en las nuevas zonas urbanizadas. Mas lo chicha se ve reflejado también en lo comercial de dos maneras que acentúan el darwinismo competitivo, una es la vitrina que expone no tan solo los productos, sino exhibe la acción como producto, la otra nos muestra el lado más radical del salvajismo comercial, y es el anuncio oral, serán estos los pregoneros modernos?. Pero es la primera de ellas la desarrollaré, el de la vitrina como expositor de la acción como producto, es así que existen locales en los que se puede observar a las personas comiendo, estudiando, peinándose, conversando, jugando, enamorándose, etc., se observa todo desde la calle, es el gran espectáculo del exhibicionismo, los límites ya casi no existen, es el reality show urbano frente a nuestros ojos, las vitrinas son grandes pantallas a través de las cuales observamos a las personas actuar e interactuar ( comprando, consumiendo algún producto o beneficiándose de algún servicio).

Estos locales tienen letreros luminosos o no, pero casi siempre llamativos, ubicados a una altura considerable de ser apreciada, pero los verdaderos anuncios son las vitrinas, que nos muestran sus interiores, los exponen al público sin pudor, y es que en estos casos se ha asumido que la acción es tan importante como el producto que se vende, y es que a diferencia de los grandes almacenes que se implantan en la ciudad en la actualidad, que son containers cerrados cuya actividad se desarrolla intramuros, ante esta realidad, los locales pequeños por estar en contacto directo con la calle, se abren a ella y adquieren estas características para competir entre ellos.
A mediados de los ’90, ante la estabilización y la consecuente mejoría de la situación económica en el país, la ciudad de Lima adquiere una nueva imagen, esta pasó de ser una ciudad sobria, en donde tan solo en la periferia y la zona antigua se expresaba lo “chicha”, a ser una ciudad colorida y luminosa (sobre todo de noche), debido a la explosión de locales comerciales de diversas dimensiones, rubros y lugares (bingos, tragamonedas, gimnasios, etc.) revelándonos a su vez un inusitado aumento en la cultura del consumo, cual epidemia se expande por toda la sociedad, la obsesión compulsiva de la gente por gastar sumado a la avidez de los comerciantes por ganar cada vez más, son los detonantes que producen el cambio del rostro de la ciudad, hasta como la conocemos ahora. De este modo se llega a este nuevo objeto arquitectónico que nos muestra sus entrañas, con señuelos y artilugios para terminar fagocitando a todas aquellas víctimas infectadas con el virus del consumismo (consumo = gasto).
Y es que todos estos cambios de usos y costumbres, son consecuencia del proceso de modernización (influencia exterior), pero también del la cultura chicha (influencia interior), que se han plegado en un proceso irreversible y regenerativo, que ha enriquecido y refrescado la escena urbana.

La lectura de este objeto al estar sobreelevado como los anuncios publicitarios en altura, hace que se convierta en un anuncio, y si los grandes anuncios que son mega estructuras con doble pantalla, aquí también se trabaja la misma idea aunque tiene los suyos con el nombre del local, mas el verdadero anuncio es el objeto, no pensando en una calle de doble sentido, sino pensando en la relación interior - exterior, y es que de día es anuncio hacia el interior por la luz exterior y de noche es anuncio hacia el exterior por la luz interior, aquí el anuncio es todo (arquitectura) y es la piel (planos transparentes con imágenes). La modernidad se manifiesta por poseer un lenguaje industrial, sumado a la sobriedad de sus colores que se contrapone con los otros locales de su entorno, en donde un muro rojo (primer nivel) y las imágenes (segundo nivel) establecen un vínculo con la complejidad cromática que la rodea.

Los letreros en las zonas periféricas de la ciudad proliferan hasta formar un collage desordenado y caótico, siendo estos de todos los tamaños, colores y formas imaginables. Ante la evolución de las vitrinas, los letreros pierden algo de protagonismo, hasta las últimas décadas en que recobran su espacio en el entramado urbano y su consecuente protagonismo, unos, los que están a escala peatonal por medio de la luminosidad y forma recargadas sobre todo en los bingos y tragamonedas, que en algunos casos se extienden a todo lo ancho y alto del edificio que las cobija, como una máscara, iluminándolo por completo, haciendo del objeto arquitectónico un letrero en sí mismo, otros los que se ubican a gran altura, para ser vistos a distancia y a otra velocidad, a los que antes estaban ubicados sobre los edificios se les suma ahora los que están sostenidos por una enorme columna metálica, letreros estos que son grandes pantallas que iluminan el cielo nocturno de la ciudad.
Se puede decir que la evolución tanto de los kioscos, los locales comerciales, las vitrinas y los anuncios publicitarios radica en el movimiento, en los kioscos el desplazamiento por medio debido a la incorporación de las ruedas marca su transitoriedad, en los locales comerciales que tienen vitrinas, estas pasaron de lo estático de sus decorados a lo dinámico de la acción, los que tienen marquesinas el movimiento esta en el juego de luces, y en los letreros luminosos se caracteriza por el cambio de imágenes o por la rotación del mismo, la dinámica de la ciudad se manifiesta en los elementos que forman parte de su composición.

Algunos sectores de la ciudad se han convertido en complejos ecosistemas donde encontramos tanto a los kioscos, los locales comerciales con sus interiores expuestos y los letreros, conviviendo, compitiendo y mimetizándose entre ellos, formando una escenografía irregular y caótica, acentuando la fragmentación y haciendo borroso el perfil urbano de la calle, donde lo “chicha” que ha incorporado la modernidad y la modernidad que ha incorporado lo “chicha”, en tanto se produce esta relación marcada por la reciprocidad y recircularidad que no hace mas que crearse, recrearse y también transformarse en otra cosa, mutando de acuerdo a los diferentes ámbitos que va ocupando en su proceso irreversible de expansión.
Las avenidas Tacna, Garcilaso de la Vega y Arequipa conforman una sola calle por su continuidad espacial, en la cual la intensidad comercial está marcado por la discontinuidad, siendo las últimas cuadras antes de la intersección con la Av. Javier Prado el tramo de mayor acumulación comercial, es decir que está marcada por la presencia de todos los elementos antes mencionados (la Av. Javier Prado actúa como una barrera que interrumpe aquella dinámica, dividiendo la Av. Arequipa en dos, recuperándose la intensidad comercial en el Ovalo de Miraflores), y es que los anuncios luminosos y los que no lo son, los locales comerciales, gimnasios, academias de todo tipo, bingos, tragamonedas, discotecas, kioscos, letreros, carretillas, ambulantes, sumándose a estos los letreros de calles, teléfonos públicos, grifos, paraderos (también con anuncios luminosos, propagandas y hasta los graffitis; es la yuxtaposición de estos elementos lo que dinamiza la calle contraponiéndose a lo anodino de su fondo (la arquitectura), aunque en algunos casos el fondo adquiere categoría de anuncio por su forma o por porque ha sido incorporado a la parafernalia de una estructura llamativa, volviéndose esta protagonista, pero en la noche muchos de estos elementos cobran notoriedad por su luminosidad y color, relegando a la arquitectura a la oscuridad nocturna. Esta composición mixta desdibuja el perfil de la calle al distorsionar su estructura.

En la noche nos ofrece una imagen aún más fascinante, y es que la idea de letrero-vitrina luminosa se refuerza al disiparse la lectura de su volumen, el cual se insinúa por medio de luces de neón que definen su contorno, la estructura desaparece y es interior el que reclama su protagonismo, al igual que el primer nivel abierto como una imagen Hooperiana limeña, haciendo de todo el conjunto un objeto contextual sin recurrir por ello a los clichés típicos de su lenguaje.
El uso de los códigos arquitectónicos y no-arquitectónicos dentro de esta amalgama compleja (orden – desorden) controlada, descodificándola y recodificándola hace que el resultado de este proceso atracto-estético sea multisignificante, es un local de comida rápida y al mismo tiempo es kiosco-vitrina-anuncio-local comercial, la representación tetralógica urbano - comercial. El local en cuestión está pensado tanto en el exterior y el interior, cuanto en el día y la noche, al observarlo no habría de equivocarse en definirla como un objeto mas de la cultura de masas, perteneciendo a esta, la forma resultante es el reflejo de la estructura comercial latente en la ciudad, mas no es la estructura física de la superposición, por tanto no es la estructura determinada por su materialidad, sino una estructura intrínseca que se fundamenta en lo esencial, debido a las fuerzas generadoras y las líneas directrices que subyacen en ella (la ciudad como consecuencia de la cultura de masas), en tal sentido cabría decir que es el resultado de la morfogénesis urbana, generada a través de una relación reciproca en donde la ciudad hace la arquitectura y la arquitectura hace la ciudad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Toda esa sobre-saturación de elementos, es algo bueno o malo para la ciudad y sus habitantes?
cuál es la idea?