martes, 10 de julio de 2007

CAMINAR
Me encontraba entre Quilca y Wilson, caminé por Rufino Torrico, me detuve frente a aquel edificio que siempre me llamó la atención, alguien gritaba al otro lado de la calle; y al mirar frente a mí vi una tienda enorme y vacía de gente, donde se vendían relojes de todo tipo y de todos los tamaños, pero con un aspecto decadente, con esas vitrinas antiguas mostrándose nostálgicas hacía la calle, hacia todos que no lo ven, mal iluminada por fluorescentes de luz blanca, mas ese fondo con triplays pues el local eran aún mas grande, quise entrar solo por ver la reacción del señor (leía un periódico) y la señorita (se miraba las uñas) que atendían sin conversar hasta que volví a encontrarme en la Colmena, pero esta vez por la tarde, casi noche, de invierno con garúa desde el cielo plomizo, las luces recién encendidas aclaran las veredas adoquinadas. Me topé con el cine Colmena, pensé que la novicia rebelde aún cantaba en su interior; No caminaba por ahí desde hace 2 meses, la noche ya está, mientras recuerdo otras situaciones, otras personas, hasta llegar al Crillón agonizante, el glamour ya es del pasado sentí esa sensación como casi siempre, el de estar en los ’50s o ’60s, pero la actualidad me volvió a la realidad, al pasar por la puerta de ese local, ahora cerrado y sin luces, pensé en Rubí y su belleza desnuda (algún día regresaré). Al continuar mis pasos descubrí una tienda donde vendían anteojos, la sensación fue la misma que la tienda de los relojes; un claxon me distrae; aunque mucho mas pequeña esta pero mejor iluminada, igualmente por fluorescentes de luz blanca, una mamá le compra un caramelo a su hijo que lleva una casaca con capucha amarilla (me imaginé a Kenny); después me encontré rodeados por esos edificios antiguos, con sus recepciones en penumbra y un señor sentado frente aun escritorio viejo; observé a una chica vestida llamativamente cruzar la pista apurada, para no mojarse, ella entra a un edificio, de los mas viejos, pensé a donde iría, quienes habitarían ese edificio, talvez una oficina de imprenta, un alcohólico, la chica se encontraría con su enamorado que la explota y golpea, y hasta a un investigador privado que cobra una miseria por seguir a un marido o una mujer infiel; caminaba y no había ni un perro, sí algunos mendigos durmiendo en la puerta de algún local abandonado; y las luces me siguen llamando la atención, recordé el café suizo, con sus asientos acolchonados, su máquina de café color rojo, muy (Happy Days), alguna vez fui a comer. Las luces neón dominaban, y la Colmena con la gente, los carros, su dinámica y ese olor que solo Lima lo tiene; doblé por Camaná, miré hacia Ocoña y veía los taxis, aquellos autos antiguos, negros, grandes, como de los intocables, tan imponentes, aún en su inmovilidad y que no están mas; continué mi caminata y la calle rompía su grisácea homogeneidad a causa de un mamotreto azul, hay Lima, hay Lima; Hasta que llegué a Emancipación, las mismas luces, la misma cantidad de gente y vehículos, pero era distinto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oe, esto debería verlo Carolina, que loco, quiero un viaje.
Cuándo nos reunimos.